Modo oscuro
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Ópalo

Capítulo 13: Inciso A

La habitación estaba en completa oscuridad, las ventanas estaban abiertas sin ningún resultado. Los rayos que iluminaban los cielos de su reino habían muerto junto a él. Transcurría media tarde, más o menos para las tres de la tarde.

¿Pero quién lo notaba?

No había sol, tampoco había luna, solo un cielo lleno de nubes grises que no diferenciaban el día de la noche.

No obstante, su rostro era iluminado por unos rayos, eran débiles, nostálgicos, apenas y rompían la oscuridad abundante de la habitación.

En sus manos había un pequeño recuerdo que llevaba consigo, colgando en su cuello todos los días, dentro de aquel ovalo había una foto ahumada de su hermano, más cómo un pequeño retrato pintando a mano por un gran artista que trabajaba a los pies de los reyes.

Ella se parecía mucho a él, tenía mejillas redondas, una barbilla partida sutilmente, su nariz era más fina, sus ojos más chinos, pero no en exceso, solo un toque enmarcándose con delicadas pestañas.

Llevaba su cabello amarrado en una elaborada trenza que caía de lado sobre su hombro izquierdo. Castaño, muy claro, lo suficientemente claro para confundirse con rubio, los destellos que irradiaban eran verdes, cómo su naturaleza mágica, las puntas de su flequillo también eran verdes, algo musgo pero brillante, igual que sus ojos.

El flequillo estaba apretado a su frente debido a la corona, esta era dorada y llena de rubíes que combinaban a la perfección con su vestido blanco y rojo de hombros caídos, corsé apretado y falda suelta, no abombada; pero larga, muy larga, lo que la hacía sentirse más cómo una alfombra que cómo una persona en la manera relativa que resultaba ser una persona en aquella dimensión. No sabía si quiera cómo llamarse a sí misma, no era una persona, no era una humana. Era solo un ser vivo que no tenía clasificación en el universo, hasta los animales tenían su propia calificación; ella solo era un ser, un ser más en el universo perdido de los seres mágicos.

PERDIDO, si, estaban perdidos, no solo para el mundo, estaban completamente perdidos caminando de manera agonizante y dolorosa a su extinción.

Ella literalmente tomó asiento y se resignó a esperar por su final, cuando el poder se acabara y la magia desapareciera ellos empezarían su precipitado y horroroso proceso de envejecimiento el cual los volvería polvo en menos de un minuto.

Se miró en el débil reflejo de su apariencia en la parte posterior del dije que llevaba el retrato de su hermano, tocó su joven rostro, si, ella irradiaba juventud sobre natural pero su cuenta en años ya pasaba los dos siglos de vida, muchos más.

Tomó un broche que colgaba de su pecho, lo dejó abierto y acarició la punta, probando cuan filosa era. Luego la puso en la parte superior de su brazo izquierdo, arrastrando la aguda por su piel, cortándose a sí misma, pasándolo con fuerza por su cuero. Ella no debía existir, vivir tanto tiempo no era normal, no era justo; en su mundo era tan común, pero no podía aceptarlo, no podía asimilar que los humanos no alcanzaban los noventa, ella ya vivió por tres de ellos.

No tenía sentido vivir en un mundo cómo aquel, cayéndose a pedazos, viendo cómo se comían unos a otros en su pueblo mientras ella vivía rodeada de lujos, todo lo que quisiera estaba a su disposición, ella era una princesa solo viviendo para ella misma mientras esperaban milagrosamente que su hermano muerto desaparecido resucitara y los salvara a todos.

Las malditas leyendas eran cómo una religión sin sentido para sus padres, sin su hermano no habría quién cumpliría la profecía que alimentaba la fuente mágica que los mantenía con vida.

Ella aun pensaba que podía haber una solución, que no dependían de que su hermano viviera para salvarse. Pero no podía hacer nada, estaba atada de pies y brazos, ellos jamás la dejarían buscar una salvación diferente, una grieta en la leyenda, una cláusula secreta, algo que al menos les diera esperanza.

Luego, estaba ella... Ópalo, ocasionando problemas a dónde sea que fuera, revolviendo aún más a las multitudes que ya estaba al borde de la locura. Jugándoselas de vengadora y salvadora, muchos la idolatraban, otros la odiaban. Le habían dado el nombre de Ópalo para intentar separar el hecho de que ella era la verdadera reina de Nahgsón por derecho nupcial al haberse casado con el heredero al trono. Pero estaba loca, tanto cómo podría estarlo una persona a la que se le fue borrada la memoria y hechizada para no poder pensar o recordar cosa alguna.copy right hot novel pub

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