Llegaron a Palacio bien caída la tarde, afortunadamente nadie de la familia había notado la llegada de ambos y Vanessa, lo agradeció internamente, sus emociones estaban a flor de piel y aún no se había calmado lo suficiente como para afrontar a la familia.
Se despidieron prometiendo verse en la cena y ambos se retiraron a sus respectivas habitaciones. Vanessa, se dejó caer en la amplia cama, con un largo suspiro, estaba inmensamente feliz, como no llegó a imaginarse estarlo y todo era gracias a él, al amor que le tenía. Se llevó la mano al cuello, acariciando la exquisita joya que Nael le había regalado, jamás la quitaría de su cuello, jamás se alejaría de él, deslizó los dedos sintiendo su textura, jamás se quitaría La flor del desierto, aquella pieza estaría por siempre en su cuello.
Nael, llegó a su habitación con una enorme sonrisa en el rostro. Nada más entrar se sorprendió al ver que sus aposentos no estaban vacíos como él esperaba.
-Padre...
-Hijo mío- lo saludó con una dulce sonrisa- ¿Disfrutaron del paseo?
-Así es, padre. Fue muy agradable.
-¿El paseo o la compañía?- le miró con los ojos llenos de picardia- no te avergüences.
- No lo hago padre, jamás podría hacerlo. Me agradó el paseo, pero sin lugar a dudas, lo que más disfruté fue la compañía. Sé que quizás no lo comprendas - lo miró fijamente- pero... estar con ella me da paz, aflora una parte de mi que hasta yo desconocía, por momentos puedo relajarme, olvidarme de mis preocupaciones y concentrarme en ella, sólo en ella y en sus ojos.
-Te entiendo mejor de lo que creerías hijo mío, es lo mismo que me ocurría y me sigue ocurriendo con tu madre. Isabella, es mi refugio, es todo lo que necesito- sonrió - no puedo creer que te enamorarás de Vanessa, no me mal interpretes- se adelantó a decir cuando se dio cuenta de que Nael, añadiría algo- no es nada malo. Vanessa, es la chica más dulce y adorable que conozco, por favor no se lo digas a Isabdiella- rió - tu madre me aconsejó que me fijará más en ti y en tus sentimientos, al principio no entendía a que se refería, pero ahora lo sé, y me agrada hijo, me agrada ver ese brillo en tus ojos. El amor nos vuelve así.
-Padre...
-Disfruta de cada momento, es maravilloso- pasó junto a su hijo y palmeras su hombro- mientras no descuides tus deberes reales, si tu estás feliz, yo estaré feliz... Eres mi orgullo hijo mío, ningún padre se sentiría más orgulloso de un hijo.
Y sin decir nada más o darle oportunidad a responderte, El Rey se marchó con pasó elegante y firme.
Nael, sonrió. Su padre era un hombre serio, bastante centrado, atento pero no muy cariñoso, al menos de que se tratará de las dos mujeres de su vida; cuando era con Isabella o Isabdiella, era un mar de cariño, un derroche de ternura, pero de resto recuperaba su semblante sereno, calmado, ese temple que lo había caracterizado desde siempre y el cual él había querido e intentado imitar por años, asegurándose de que un buen Soberano, siempre mantiene la calma. Claro que sabía que siempre, absolutamente siempre podría contar con su padre.
Pensó en Vanessa y volvió a sonreír, le encantaba la idea de que la familia fuese viendo los sentimientos que ellos compartían y que lo tomarán de tan buen gusto.
Se acostó sobre su real lecho y con una sonrisa se dispuso a descansar al menos una hora, antes de ducharse y cambiarse para la cena.
Cuando al menos hora y media después, Haimir le anunció que la cena se serviría en quince minutos, él ya estaba enfundado en su hermoso Caftán blanco con franjas azules y dos minutos después se dirigió al salón dorado, donde gran parte de la familia esperaba.
Sus padres estaban sentados juntos y tomados de la mano, junto a ellos Isabdiella, sonreía alegremente. A la izquierda estaban las gemelas con Drew en medio de ellas, su tío y la tía Ivette, sonreían junto al tío Matt, solo faltaban la tía Suseth y Vanessa.copy right hot novel pub