Nael estaba sumamente nervioso. Lo último que quería era que Haleine muriera, no se merecía algo como aquello, habían sufrido mucho por la pérdida de Namir, además la culpa lo está calcomiendo, no la había cuidado como ameritaba, ahora ella se encontraba en semejante situación.
Caminaba de un lado a otro de la sala de espera del hospital, aguardando con angustia las noticias, que rogaba a Alá, fuesen buenas.
El médico llegó hasta él y lo miró con rostro muy serio, para luego negar. Su corazón se detuvo...
¿Hasta cuando tantas tragedias?
¡Por Ala!
-¿Murió?- pregunto con voz estrangulada.
-No Alteza, que Alá no lo permita. Lo que tiene es un severo cuadro de deshidratacion, ademas de la insolación, afortunadamente el golpe no fue nada que lamentar, lo que si tiene son hematomas ocasionados por la caída. Además de su cuadro depresivo.
-Pero se pondrá bien, ¿Cierto?- preguntó Didier lleno de angustia.
-La Princesa estará bien- sonrió- le hemos colocado suero para hidratarla, necesitara tomar mucho liquido, necesita de cuidados y atenciones. Por ahora esta dormida. Les sugiero que pase aquí la noche, ya mañana podrá irse a casa.
-Como usted diga, Doctor. Gracias.
-No agradezca Alteza, ese es mi trabajo.
Los siguientes días fueron más tranquilos, aunque Haleine lloraba constantemente las crisis habían disminuido un poco. Aunque su tristeza se mantenía intacta y el dolor no desapareció las lágrimas menguaron, dándole paso al más profundo de los silencios. La pena era demasiada para su alma y constantemente reclamaba a Nael el que no la hubiese dejado morir en el desierto.
Por las noches se abrazaba a él en busca de refugio, en busca de algo de paz que le permitiera descansar de tanta desdicha. Nael, la abrazaba y le susurraba al menos unas diez veces, que todo estaría bien, mientras su frágil cuerpo temblaba conteniendo el llanto.
Cuando ella estuvo dormida, una noche, se puso de pie y observó por el ancho ventanal, a lo lejos se apreciaba la oscuridad del desierto. Su corazón se lleno de añoranza y la pena estrujo su corazón.
-Vanessa...- dijo en un suave susurro.
Pegó la frente al vidrio, mientras se apoyaba con una de sus manos también en el cristal. La anhelaba tanto. El amor que sentía por ella no se enfriaba, sino que al extrañarla tanto, esa necesidad de verla, besarla, observar su hermoso rostro, crecía en su pecho. Sólo esperaba que ella fuese realmente feliz junto a Zachary.
Caminó hasta la mesa de noche, abrió el cajón e introdujo la mano hasta el fondo, de allí extrajo la hermosa cajita de terciopelo que contenía el hermoso anillo que había comprado para su amada, junto a el hermoso collar "La flor del Desierto", cerro los ojos recordando los momentos en los que la magnifica pieza había reposado en el pecho de su legítima dueña. Las lágrimas se deslizaron libremente por sus mejillas.
-Nunca en la vida otra mujer tendrá acceso a mi corazón. Te amo soylo a ti... solo a ti.
Con el transcurso de los días Haleine parecía más calmada, pero eso había acabado una mañana en la que sus histéricos gritos salían de su habitación. Didier quien estaba en la puerta entró desesperado para brindarle su ayuda.
-Haleine, Haleine...-la zarandeó con fuerza, pero ella no paraba de gritar suplicando la presencia de su hijo. Didier, la tomó por los hombros y la agitó con fuerza- mírame, mírame... - ella lo enfocó con ojos vidriosos.
-¿Qué haces aquí Didier?- le dijo entre sollozos- ¡VETE, MARCHATE A FRANCIA, TU LUGAR ESTA JUNTO A MI PADRE!
-No me iré hasta saber que estás bien.
-¡NUNCA ESTARÉ BIEN!- sollozo- ¡VETE, VUELVE A FRANCIA!
-No te abandonaré justo cuando más me necesitas. Te conozco, me atrevería a jurar que más de lo que te conoce cualquier otra persona en el mundo Haleine, han sido muchos años trabajando para tu familia. Escúchame bien, no te dejaré- ella lo miró fijamente.
-Ordenaré a los guardias que te saquen de Palacio- dijo con voz temblorosa.
-Entonces me quedaré a las puertas, bajo el ardiente sol y expuesto a la inclemencia nocturna, pero puedes estar completamente segura de que no me iré, al menos hasta saberte más estable o completamente recuperada.
-No podré recuperarme nunca- dijo con el labio inferior temblando.
-Entonces permaneceré por siempre a tu lado- se sentó al borde de la cama y la arrastró hacia él, envolviéndola entre sus brazos, mientras ella se aferraba a las sábanas y gemía, con su cabeza recargada en el ámplio pecho. Los ojos de Didier se llenaron de lágrimas que dejó salir sin restricciones. La amaba demasiado y verla sufrir así estaba desgarrandole el alma. Nadie, absolutamente nadie se merecia sufrir de aquella manera.
Didier la sostuvo con fuerza brindandole todo su apoyo. Elevó los ojos hacia la puerta y se topó con el rostro serio del Principe.
Nael se fijo en Didier, quien parecía sorprendido y avergonzado, el guardaespaldas hizo ademán de ponerse de pie, pero el elevó una mano para indicarle que no lo hiciera. Nego varias veces con la cabeza, le dedicó una sonrisa y cerró la puerta con delicadeza dejándolos sumidos a ambos en ese ambiente de intimidad y a Haleine, tan sumida en su dolor que había sido incapaz de notar la presencia de su esposo.
Caminó por los pasillos de Palacio mientras sonreía con tristeza, contemplar aquella escena, aquella conversación lo había sensibilizado.
Ojalá hubiese una manera de arreglar las cosas para ese par, ojalá existiese la manera de hacer entender a Haleine cuanto la quería Didier, de esa manera tan pura y entregada en la que él jamás podría llegar a amarla. Se notaba que sufría al verla así. Se pregunto;
¿Sería capaz Didier, por amor, quedarse apostado a las puertas de Palacio solo para estar cerca de Haleine?
La respuesta era más que obvia.
Por supuesto que lo haría.
Lo supo, porque él haría exactamente lo mismo por Vanessa.
Deseaba con todo su corazón que ella pudiese amarlo y ser feliz a su lado. Que al menos ella después de tener semejante perdida pudiese encontrar algo de dicha, aunque la felicidad jamás volviese a llamar a su puerta. Él solo podría ser feliz junto a Vanessa y aquel amor se había vuelto imposible.
Completamente imposible.
Didier se sorprendió de que El Príncipe, los dejara solos. Hubiese imaginado que él lo echaría a patadas de la habitación, pero era obvio que no lo haría. Quizás por el sensillo hecho de que no amaba a su esposa, es por ello que su hombría no se veía afectada en lo más mínimo.
-¿Por qué haces esto, Didier?- gimió Haleine.
-¿El qué?- quiso saber al no comprenderla.
-Quedarte aquí, brindarme consuelo.
-Porque te quiero, aún en contra de mis principios laborales y peofesionales.
-¿A pesar de todo lo que te he hecho? ¿A pesar de mis malos tratos y mi rechazo?- preguntó ahogada.
-Aún en contra de mi dignidad- le dijo con una sonrisa mientras miraba sus hermosos ojos.copy right hot novel pub