A mediodía, Lydia se paró tristemente junto a una máquina expendedora y compró una caja de fideos de taza.
Le resultaba imposible ponerse a dieta para perder peso.
Por muy mal que se sintiera, debía comer.
—Lydia, creía que ibas a comer con el señor León. ¿Por qué estás comprando esto...?
Isabel salió de la nada y Lydia sonrió torpemente, dándose cuenta de que Isabel y los demás ya habían terminado su almuerzo.
—Bueno, no me gustan los platos de hoy y de repente me apetecen unos fideos a la taza.
—De acuerdo entonces. A mí también me gustan los fideos a la taza. Quizá podamos comerlos juntos la próxima vez.
—Eso estaría bien.
Por fin consiguió acabar con esto. Por la tarde, con la ayuda de Isabel, Lydia aprendió a utilizar la impresora para imprimir y enviar faxes. Era la hora de salir del trabajo cuando terminó de imprimir todos los archivos que le dio Tatiana.
Los compañeros se iban.
Incluso Isabel se despidió de Lydia y se fue. Lydia dudó un rato en el despacho y bajó las escaleras. No tenía ni idea de si Eduardo se había ido o no.copy right hot novel pub