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Tormenta de antaño

Capítulo 21 (Parte II): Alerta arrogante

Era la primera vez que regresaba a Dusseldorf conduciendo por mi propia cuenta desde los últimos viajes.

Aunque ya era de mañana hice una parada rápida en el edificio de Bestemming, para aquella hora, el turno de mis padres terminó. Ellos debían de estar en casa ya, pero lo verificaría, de aquella manera yo no haría un viaje en vano hasta la casa.

Subí al ascensor, ya había varias personas en él cuando ingresé, pero estas salieron de manera inmediata cuando yo puse mi pie allí. Sonreí y negué cabizbaja, yo no exigía algo como eso, pero me conocían, sabían que era la hija de dos de los jefes, especialmente, de “Joceline” quien había creado la cultura de un ascensor exclusivo para ella cuando ingresó a la empresa.

Suspiré con nostalgia, es increíble como cambiaban las cosas.

Justo en el tercer piso el ascensor se detuvo y un chico ingresó, lo cual me extrañó, no solo porque no era una costumbre de los empleados compartir el elevador conmigo, sino porque jamás en mi vida lo había visto. Yo conocía a la gran mayoría de los trabajadores de Bestemming, y él no era uno de ellos.

Lo miré con recelo, debía de tener al menos unos veintidós años, vestía de manera formal, no era común en hombres de su edad. Pantalones de vestir con el doblez correctamente marcado, camisa de manga larga también finamente planchada, reluciente, sin una sola mancha de polvo. A su cabello rubio oscuro también parecía haberle dedicado tiempo, la cantidad de gel perfecta, la cantidad de cabello indicado de lado.

Completamente como un niño bien, un presumido niño bien.

Su rostro no era el mas perfecto, aunque él no era feo, pero apostaría cualquier cosa porque él se creía el mejor y mas guapo de todos los chicos en el mundo.

Tampoco era mi tipo de chico. Ningún chico era mi tipo de chico, excepto Jinx.

Y luego estaba yo, con tres días sin bañarme, vestida con unos pantalones cortos de mezclilla deshilachada y una camisa de mi novio, mas una chaqueta desteñida y un moño despeinado, yendo en contra de las convenciones populares o de mi estatus social, o como modelo de temporadas.

― ¿Tienes algún problema conmigo? ―me enfrentó, dio media vuelta y, de hecho, me enfrentó.

O si, este era uno de esas palomitas que se creían dueñas del mundo.

Reí y bufé satisfecha de mi análisis, no me había equivocado en nada. Ni siquiera tuve que utilizar mis poderes.

― ¿Disculpa? ―preguntó, me miró con una ceja arqueada y una expresión arrogante.

Yo toqué mi pecho y fingí estar asustada.

―Lo siento su majestad, no fui informada sobre la ley que prohibía verlo ―respondí, e hice una reverencia exagerada y sarcástica.

El gruñó y se volteó de regreso a mirar la puerta del ascensor.

Cuando llegamos al piso de las oficinas administrativas, ambos salimos del ascensor con tanta sincronía que fue perturbador.

¿Qué rayos?

―Disculpa, pero ¿qué crees que estás haciendo? ―preguntó, se puso frente a mí, interrumpiendo mi paso.

―Sigo con mi camino ―respondí sarcástica.

―A mi parecer, te encuentras algo perdida, chiquita. ―Una imagen se resbaló de su mente a la mía, él no solo me había dicho chiquita, él se había imaginado tocando mis “chiquitas”, según su mente, lo que se refería a mis pechos.

Lo que resultó en mí lanzando una bofetada sonora a su mejilla.

―Jamás vuelvas a decirme “chiquita”, ¿quedó claro? ―refunfuñé.

―Yo te diré como se me venga la gana, preciosa ―remató él.

―Señorita Lissen, ¿hay algún problema? ―preguntó un guarda de seguridad apostándose a mi lado.

―Creo que eso es obvio. ―Señalé al chico, muy dispuesta a hacer que lo sacaran a patadas de allí al mejor estilo de mi madre.

Él pasó la mirada del guarda hacia mí, mirándonos boquiabierto.

―Señor, necesito ver su pase de autorización. ―Pidió el guarda de seguridad por mero protocolo.

Ya que no le había ordenado que lo echara de manera oficial, él seguiría los pasos.

― ¿Por qué le importa lo que ella diga? ―reclamó el chico indignado.

¡Vaya!

Él realmente me creía muy poco con respecto a él.

Y definitivamente él no tenía ni idea de quién era yo.

―Porque esta es prácticamente mi empresa ―respondí, bueno, algún día lo sería, era la heredera legal de la mitad de la empresa.

Y de Stil dhe Shndrit también.

― ¿Cómo? ―escupió anonadado, obviamente pensando que era una broma.

―Necesito su pase, señor ―repitió el guarda.copy right hot novel pub

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