Modo oscuro
Idioma arrow_icon

Tormenta de antaño

Capítulo 23: Quién es.

En cuanto me pude ubicarme, salté del auto de Peter. Aunque él gritó, aunque otro auto pudiera aplastarme en medio de la pista. E incluso me atreví a hacer algo que no pensé que haría jamás, lanzarme de un puente a plena luz de día soltar mis alas y desvanecerme. Lo que pudo haber causado conmoción en alguien, porque estaba segura de que al menos una persona pudo verme.

Fue la primera vez que volé tan alto y durante tanta distancia, cuando mis pies tocaron la azotea del edificio de residencia de las chicas en la universidad de Essen mis rodillas cayeron junto a mis pies.

Empezaba a dolerme, y yo no estaba acostumbrada a lidiar con el dolor.

Demonios, ¿eso sentían las personas normales?

Escuchaba hablar de tantas dolencias, ¿cómo podían vivir así?

No fue hasta aquel preciso instante en que entendí lo extraña que yo era, lo anormal, lo sobrenatural. Yo no era una humana. No sabía que jodidos era, no tenía ni la menor idea.

Tenía alas, como un ángel.

¿Pero era un ángel?

Me obligué a dejar el suelo, aunque todo me dolía, aunque mi cuerpo pesaba toneladas más de lo normal. Corrí, corrí escaleras abajo y por los pasillos hasta llegar a mi antigua habitación.

No traía llaves, pero la puerta se abrió simplemente tras exigirlo. Mi cama estaba ahora pegada a la de Ángeles, y Cid dormía a su lado, no me importó mucho lo que debieron estar haciendo antes de quedarse dormidos.

Solo se que salté a la cama y jalé a Cid de un brazo, tirándolo fuera.

― ¿Que rayos...? ―gritó, de pronto súper despierto gracias a mí.

Yo salté de la cama y volví a tomarlo del brazo.

―Hënë, ¿que estás haciendo? ―preguntó Ángeles, tan solo levantó la mitad de su cuerpo y me miró fijamente mientras yo empujaba a su novio semi-desnudo al pasillo de la residencia de chicas con miles de chicas hormonales fuera.

―Buena suerte ―dije a Cid, él intentó avanzar, pero yo le cerré la puerta en la cara, cruzando el doble paso.

―Akáne Lissen ―retó Ángeles, tono severo, rostro monótono.

Yo puse mi espalda contra la puerta y me derretí rosando esta hasta quedar sentada en el suelo.

―Te vez horrible. ―Ángeles cambió de posición en la cama, se recostó de barriga y me miró, atenta.

―Me siento terrible, ―gemí, y de pronto, me eché a llorar.

―Oh, nena. ―Ángeles bajó de la cama, se recostó contra esta y tiró de mí, atrayéndome a su cuerpo y apoyando mis mejillas en su voluptuosos pechos poco cubiertos con su babydoll.

Chillé.

Estaba harta de esto. Estaba harta de no ser una humana, estaba harta de no saber lo que yo era, estaba harta de los guardianes, estaba harta de mi novio centenario mentiroso, estaba harta de los niños ricachos y de los enamorados ardidos.

Incluso estaba harta de ser virgen.

― ¿Que sucede? ―Ángeles quitó el cabello de mi rostro, que se había adherido a mis lágrimas y mocos.

―Tenías razón, con el gato ―respondí.

― ¿El horroroso?

―El hermoso, ―gemí de nuevo, era hermoso, no podía negar eso, en cualquiera de sus formas.

―Si, si, el oso ―bromeó Ángeles, no causando reacción alguna en mí―. ¿Por qué tienes una camisa de sastre costosa talla M europea? ―preguntó de pronto, me miró con los ojos entrecerrados.

―Ni siquiera sé lo que hizo conmigo, ―escupí, una vez más, chillando como no recordaba haberlo hecho jamás.

Yo no lloraba, yo ni siquiera solía tener sentimientos reales antes de esto.copy right hot novel pub

Comentar / Informar problema del sitio