Exhalé y gruñí al mismo tiempo en el que me daba un estirón y miraba el reloj de la computadora portátil de la biblioteca de la universidad. Mi domingo de descubrimiento se terminó, no porque yo me detuviera, sino porque las leyes de la naturaleza así lo demandaban.
Eran aproximadamente mas cuatro de la madrugada; regresé de Andhakära luego de medianoche y de inmediato corrí a la biblioteca universitaria.
En nuestro campus jamás cerraba, siempre había estudiantes allí, sin importar el día ni la hora. Desde entonces, estuve haciendo un escrutinio delicado de cada enlace en google relacionado con Kuolema de Sagasta y el presidente que era su esposo.
Hasta ahora llevaba cero descubrimientos nuevos, todo lo que encontré y leí hasta ahora era una repetición sin cesar de copiar y pegar; la misma fotografía de chica engreída en todas partes.
Lo mas lejano que pude llegar fue encontrar una vieja fotografía o pintura del presidente acompañado de Kuolema con otras personas más de su élite.
Nada que rebelara algo sobre ella.
La bibliotecaria de Andhakära tenía razón. El mundo sabía que la chica existió, que se rumoreaba que tenía un trastorno de doble personalidad, pero nadie entendía qué fue de ella ni porqué terminó como terminó. Se hablaba de una trágica muerte, los chismes decían que fue quemada viva; pero nada era realmente oficial. Así que técnicamente yo seguía sin tener nada.
“Bien, Hënë, vuelve a antaño”, dije para mí misma.
Giré la mitad de mi cuerpo y vi las decenas de estanterías detrás de mí.
Debía haber algo allí, y yo tenía que encontrarlo. Aunque fuera una replica del libro que Jinx me mostró, el cual tontamente no me tomé el tiempo de ver el título, daría con él, fuese como fuera.
Exhalé, era una lucha que tenía que llevar a cabo, y debía empezar ya.
Empecé por los libros de historia española, me subí en una de esas eternamente largas escaleras que se desplazaban por la pared de libros, que cubrían desde el techo hasta piso.
Crují mis nudillos e intenté motivarme...
Dos horas más tarde la motivación era lo menos que me quedaba:
―Tantos poderes y no puedes encontrar un estúpido libro ―refunfuñé al llegar al final de la estantería, dejé caer el libro que tenía en mis manos, mas notas monótonas sobre suposiciones ya mencionadas.
Suspiré.
¡Toda una noche ida a la nada!
El mundo había avanzado increíblemente en tecnología, yo tenía poderes sobrenaturales e inimaginables; pero un maldito libro parecía poder vencerme.
¿Enserio?
―Sea lo que seas que estás buscando, parece ser apasionante. ―Miré al chico apoyado en una de las estanterías al final del pasillo.
Él había ido y venido toda la noche en la biblioteca; llegué a notarlo luego de varias horas. No me dirigió la palabra sino hasta aquel preciso instante.
Lo miré ceñuda, sin saber cómo reaccionar o que responder ante su comentario.
Así que solo volví a ver las estanterías y exhalé, queriendo echarlas abajo y maldecir mi vida entera.
― ¿Estudias literatura española? ―preguntó.
Volví a mirarlo; el chico era blanco, pero no de ese blanco europeo o norteamericano como papel, sino simplemente blanco, un blanco tostado, uno que no podía catalogarse como moreno, mucho menos como negro. Solo ese blanco no tan blanco. El cabello lo traía corto, tenía rulos encogidos, tan enrollados que se pegaban a su cabeza, unas pobladas cejas negras y una mirada profundamente oscura, sus ojos eran negros, no solía ver miradas tan oscuras en Alemania.
Él cruzó los brazos y esbozó una sonrisa coqueta de medio lado, divertido, marcando un camanance sobre la comisura de su boca, escondiendo su dentadura blanca y alineada perfectamente.
Era guapo, no de ese tipo extremadamente guapo y de ensueño, solo guapo, como una chica normal vería guapo a un chico normal.
Una chica de esas, que no me incluía.
―Psicología ―respondí.
― ¿Entonces que estás investigando? ―Él le lanzó una mirada a la estantería, analizó la tapa de los libros que había apartado y miró los lomos de los demás.
Sin embargo, justo en aquel preciso instante comprendí algo.
No lo sentía.
No percibía al chico.
No sentía sus emociones ni leía sus pensamientos e intensiones.
No lo sentí aproximarse a mí, no lo vi venir, era como si él no existiera. Mirándolo, analizándolo, así se sentía, como una fuerza impersonal que no llenaba un espacio en el mundo. Al menos no en el mío.
Se sentía como después de ser una guardiana y antes de ser un ángel.
Yo me sentía como una persona normal.
No había humano, ángel o demonio que se escapara de mis poderes, nada, hasta que llegó él.
― ¿Quien eres? ―pregunté, presintiendo que la falta de anormalidad en él no era normal.
Él me miró de soslayo y sonrió.
―Nadie ―respondió.
Analizó de nuevo los libros en la estantería, metió las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros y chasqueó la lengua.copy right hot novel pub