La visita a la oficina del decano fue puro protocolo.
No tuve que defenderme en lo absoluto, en primer lugar, el decano indagó que siquiera yo debería estar ahí. Mi nuevo enfrentamiento con la rubia de rulos falsos estaba en línea tanto en fragmentos como completo para cuando llegamos a la oficina principal. El decano ya lo había visto para aquel entonces; cuando ingresamos, él solo miró a la rubia y cruzó los brazos dando un bufido, encorvando la ceja y frunciendo los labios.
Casi de inmediato me despidió.
Yo lo único que hice mal era decir una que otra palabra indecorosa; pero las saltó, porque simplemente no era su asunto el vocabulario de miles de chicos adultos que asistían a aquel lugar. Allí mismo averigüé el nombre de la chica a la cual defendí, al menos, su apellido; ya que el decano se refirió a ella como “Señorita Montenegro”.
No era un apellido muy alemán; pero sinceramente, en esta etapa de la historia, ya no podías fiarte de los apellidos en ninguna parte del mundo. La gente iba y venía por todas partes, dejando nacer hijos cepas en todas partes del mundo y, por lo tanto, sus apellidos.
Asistí a mis demás clases con la normalidad de la que solo yo estaba acostumbrada; esa normalidad implicaba dejar a chicos susurrantes detrás de mí conforme pasaba. Tarde o temprano terminó en volverse normal. Antes la gente hablaba a mis espaldas sobre la chica rara que yo resultaba ser; el pequeño demonio del que todos huían.
Años después, los periodistas nos seguían a todas partes. El escándalo formó parte esencial de mi crianza cuando los reporteros amarillistas tuvieron la historia más jugosa de parte de los reyes del imperio de la moda alemana cuando mamá huyó de su boda con Taze gracias a papá; el mundo pareció explotar cuando mis padres declararon su relación, que no solo estaban casados, sino que tenían una hija de ocho años.
Yo estuve en el foco del escándalo, era acosada y la mayoría del tiempo me topaba con periodistas o blogueros camuflados que deseaban yo les revelara los misterios sobre el extraño giro en la vida de Joceline Serkin, diosa alemana del modelaje y el diseño. Después de todo, era solo una pequeña niña tonta para ellos.
Siempre encontré la manera de burlar sus preguntas, de jugar con ellos. No todo fue posible de esconder, hubo muchos chismes y escándalos. Nuestra familia pasó por momentos difíciles, de manera profesional, legal y sentimental.
No todo fue perfecto; mamá no era la misma de muchas maneras, yo aun no asimilaba todo, aunque lo disimulaba, no era tan fácil para mí asimilar mi nueva vida, mi nuevo estatus, mi nueva familia y el ser realmente una humana; y papá debía aprender a enamorarse de las nuevas partes de mamá, muchas de las cuales eran malas, vivir con sus errores y delitos de ocho años, perdonarla por los secretos, engaños y manipulaciones. Y pensar que casi no lo logramos.
No fue fácil, pero lo hicimos.
Así es como tarde o temprano terminas en acostumbrarte a ser el foco de atención negativa del resto del mundo.
A menos que todos me miraran porque mis alas fueran visibles. Instintivamente alcé la mirada, esperando lo peor; pero no había nada allí, ellas seguían escondidas. Aunque comprobé que ellas no eran visibles para todos, también aprendí que no soy la única a la que le suceden cosas raras en la vida.
Así como no soy la única con alas en solo cinco kilómetros a la redonda.
¿Cuantos más abrían en el mundo?
Para la hora de almuerzo la peor parte del nuevo escándalo del que yo era foco había disminuido. Los demás empezaban a ocuparse y preocuparse en sus asuntos y yo volvía a ser solo un punto en movimiento en el mundo. Para cuando salí del edificio, me encontré a Ángeles esperando por mí de brazos cruzados al pie de la escalera.
Levantó su teléfono móvil en alto con vídeo pausado en la pantalla; exactamente mi incidente de la mañana.
―Gracias a esto sé que estabas viva. ¿Pensabas notificarme de que tu pellejo estaba a salvo algún día? ¡Me debes muchas horas de pena! ―reclamó.copy right hot novel pub